El primer intento que hizo Inglaterra de fundar una colonia en territorio americano terminó en un espectacular fracaso, dando origen a un misterio histórico que aún hoy en día está por resolver. Los 117 colonos (hombres, mujeres y niños) abandonaron el asentamiento para adentrarse en los bosques salvajes. Nadie volvió a saber nada de ellos; nadie, incluso hoy, sabe cuál fue su destino. 
ROANOKE


A finales del siglo XVI, el aventurero, soldado y corsario inglés Sir Walter Raleigh tuvo la iniciativa de establecer un poblado estable en América del Norte, continente cuya exploración recién empezaba en aquellos años. El propio Raleigh, tras conseguir el permiso de la reina, financió la operación. Envió a una expedición de reconocimiento a la costa atlántica de los actuales EE.UU. A su regreso, sus lugartenientes le aconsejaron escoger Roanoke como lugar favorito para la primera colonia. Una pequeña isla de 46 km², caracterizada por un clima benigno, y situada frente a lo que hoy es Carolina del Norte. 

Los primeros colonos llegaron a la isla en 1585, y no tardaron mucho en asaltar las aldeas de los nativos que moraban en Roanoke. Sucesivamente, por miedo a represalias de parte de los indígenas, los saqueadores solicitaron ser devueltos a Inglaterra a Francis Drake, el famoso corsario que en aquel periodo surcaba esas aguas. 

ROANOKE
Walter Raleigh tenía prisa por establecer su colonia, pues la reina le había concedido un plazo de diez años para tal fin. Se organizó otra expedición en 1587, esta vez compuesta por 117 personas, incluyendo mujeres y niños. Entre estas cabe mencionar a John White, quien sería el primer gobernador de Roanoke e iba acompañado por su yerno y su hija, una joven embarazada que iba a dar a luz en la isla. 

El nuevo grupo de colonos intentó reanudar buenas relaciones con los autóctonos. Sin embargo, estos tenían dolorosos recuerdos de sus antecesores que los habían agredido, y las negociaciones entre europeos e indios fracasaron. Los colonos se sentían cada vez más inseguros; por si eso fuera poco, los alimentos comenzaban a escasear. El gobernador White quiso volver a Londres para pedir refuerzos y provisiones para los nuevos pobladores. Arriesgó su vida al cruzar el Atlántico en una mala época del año, y una vez en Inglaterra hizo lo que pudo para ayudar a su comunidad. Por desgracia su país estaba en guerra con España, y tuvo que esperar tres años antes de que pudiera desembarcar de nuevo en Roanoke. 

A su regreso, John White se encontró con la isla desierta. El lugar estaba completamente vacío; no había rastro alguno de los colonos, cuyas casas parecían haber sido desmontadas con total tranquilidad. Tampoco había restos de cuerpos humanos, ni señales que indicaran que allí había habído algún enfrentamiento. Los ingleses no habían dejado mensajes escritos para cuando John White volviera a Roanoke. Tan solo una palabra, tallada en un poste de la valla que rodeaba el asentamiento: CROATOAN. Y en un árbol cercano alguien había grabado la sílaba CRO. Los Croatoan eran una tribu indígena de aquella región, y por lo general se había mostrado amistosa con los ingleses. Antes de marcharse rumbo a la madrepatria, White había dado instrucciones de que, si algo grave les pasara, los colonos deberían tallar una cruz de Malta en algún lugar visible. Esta señal significaría que su gente había tenido que irse a la fuerza debido a un ataque de los nativos o a una epidemia. Como no se vio dicha cruz en ningún lado, White concluyó que sus compatriotas se habían trasladado a la Isla de Croatoan (actualmente conocida como Isla Hatteras) la cual dista unos 80 km de Roanoke. 

John White quería buscar a los colonos, entre los que se encontraban su hija y su nieta recién nacida. Pero se aproximaba una tormenta descomunal, y el comandante del barco se negó a entretenerse en ese lugar. El día siguiente la expedición zarpó con destino Inglaterra, llevando consigo al desdichado gobernador. White moriría en 1606, sin saber qué había sido de su familia. 

Nunca se supo a ciencia cierta qué les ocurrió a los colonos de Roanoke. Se ha hipotizado que intentaran volver a Inglaterra por sus propios medios, y que perecieran en el océano antes incluso de que White reapareciera en la isla para ayudarlos. También hay quien piensa que fueron exterminados por alguna otra tribu hostil, dado que no todos los indígenas de la zona eran tan amigables como los Croatoan. Sin embargo, una de las teorías más populares es que los ingleses de Roanoke se unieran a los Croatoan, y con el tiempo fueran asimilados por la comunidad indígena. Hasta bien entrado el siglo XIX, varios exploradores que visitaron Carolina del Norte reportaron haberse encontrado con nativos de cabello rubio y ojos claros, mismos que afirmaron tener ancestros de raza blanca. Pero más allá de supuestos testimonios e hipótesis, la suerte de los primeros ingleses de Norteamérica sigue enterrada en el misterio

ROANOKE, LA COLONIA PERDIDA




El primer intento que hizo Inglaterra de fundar una colonia en territorio americano terminó en un espectacular fracaso, dando origen a un misterio histórico que aún hoy en día está por resolver. Los 117 colonos (hombres, mujeres y niños) abandonaron el asentamiento para adentrarse en los bosques salvajes. Nadie volvió a saber nada de ellos; nadie, incluso hoy, sabe cuál fue su destino. 
ROANOKE


A finales del siglo XVI, el aventurero, soldado y corsario inglés Sir Walter Raleigh tuvo la iniciativa de establecer un poblado estable en América del Norte, continente cuya exploración recién empezaba en aquellos años. El propio Raleigh, tras conseguir el permiso de la reina, financió la operación. Envió a una expedición de reconocimiento a la costa atlántica de los actuales EE.UU. A su regreso, sus lugartenientes le aconsejaron escoger Roanoke como lugar favorito para la primera colonia. Una pequeña isla de 46 km², caracterizada por un clima benigno, y situada frente a lo que hoy es Carolina del Norte. 

Los primeros colonos llegaron a la isla en 1585, y no tardaron mucho en asaltar las aldeas de los nativos que moraban en Roanoke. Sucesivamente, por miedo a represalias de parte de los indígenas, los saqueadores solicitaron ser devueltos a Inglaterra a Francis Drake, el famoso corsario que en aquel periodo surcaba esas aguas. 

ROANOKE
Walter Raleigh tenía prisa por establecer su colonia, pues la reina le había concedido un plazo de diez años para tal fin. Se organizó otra expedición en 1587, esta vez compuesta por 117 personas, incluyendo mujeres y niños. Entre estas cabe mencionar a John White, quien sería el primer gobernador de Roanoke e iba acompañado por su yerno y su hija, una joven embarazada que iba a dar a luz en la isla. 

El nuevo grupo de colonos intentó reanudar buenas relaciones con los autóctonos. Sin embargo, estos tenían dolorosos recuerdos de sus antecesores que los habían agredido, y las negociaciones entre europeos e indios fracasaron. Los colonos se sentían cada vez más inseguros; por si eso fuera poco, los alimentos comenzaban a escasear. El gobernador White quiso volver a Londres para pedir refuerzos y provisiones para los nuevos pobladores. Arriesgó su vida al cruzar el Atlántico en una mala época del año, y una vez en Inglaterra hizo lo que pudo para ayudar a su comunidad. Por desgracia su país estaba en guerra con España, y tuvo que esperar tres años antes de que pudiera desembarcar de nuevo en Roanoke. 

A su regreso, John White se encontró con la isla desierta. El lugar estaba completamente vacío; no había rastro alguno de los colonos, cuyas casas parecían haber sido desmontadas con total tranquilidad. Tampoco había restos de cuerpos humanos, ni señales que indicaran que allí había habído algún enfrentamiento. Los ingleses no habían dejado mensajes escritos para cuando John White volviera a Roanoke. Tan solo una palabra, tallada en un poste de la valla que rodeaba el asentamiento: CROATOAN. Y en un árbol cercano alguien había grabado la sílaba CRO. Los Croatoan eran una tribu indígena de aquella región, y por lo general se había mostrado amistosa con los ingleses. Antes de marcharse rumbo a la madrepatria, White había dado instrucciones de que, si algo grave les pasara, los colonos deberían tallar una cruz de Malta en algún lugar visible. Esta señal significaría que su gente había tenido que irse a la fuerza debido a un ataque de los nativos o a una epidemia. Como no se vio dicha cruz en ningún lado, White concluyó que sus compatriotas se habían trasladado a la Isla de Croatoan (actualmente conocida como Isla Hatteras) la cual dista unos 80 km de Roanoke. 

John White quería buscar a los colonos, entre los que se encontraban su hija y su nieta recién nacida. Pero se aproximaba una tormenta descomunal, y el comandante del barco se negó a entretenerse en ese lugar. El día siguiente la expedición zarpó con destino Inglaterra, llevando consigo al desdichado gobernador. White moriría en 1606, sin saber qué había sido de su familia. 

Nunca se supo a ciencia cierta qué les ocurrió a los colonos de Roanoke. Se ha hipotizado que intentaran volver a Inglaterra por sus propios medios, y que perecieran en el océano antes incluso de que White reapareciera en la isla para ayudarlos. También hay quien piensa que fueron exterminados por alguna otra tribu hostil, dado que no todos los indígenas de la zona eran tan amigables como los Croatoan. Sin embargo, una de las teorías más populares es que los ingleses de Roanoke se unieran a los Croatoan, y con el tiempo fueran asimilados por la comunidad indígena. Hasta bien entrado el siglo XIX, varios exploradores que visitaron Carolina del Norte reportaron haberse encontrado con nativos de cabello rubio y ojos claros, mismos que afirmaron tener ancestros de raza blanca. Pero más allá de supuestos testimonios e hipótesis, la suerte de los primeros ingleses de Norteamérica sigue enterrada en el misterio